viernes, 18 de febrero de 2011

Los desaguados de Zacatena.

Dentro del pensamiento ilustrado las obras hidráulicas tendrán una importancia creciente conforme avance el siglo XVIII. Los deseos productivistas de la monarquía borbónica para aumentar los recursos del Estado desembocan en numerosos proyectos. A pesar de los loables esfuerzos, las prisas por los resultados a corto plazo dieron lugar a ideas descabelladas. Un ejemplo claro es el proyecto en 1785 de un canal navegable desde el río Guadarrama al océano, pasando por Madrid, Aranjuez y atravesando La Mancha, Sierra Morena y Andalucía. En opinión del arquitecto C. Sambricio en su libro "Territorio y ciudad en la España de la Ilustracción" el interés por estos proyectos "radica en que reflejan la aparición de un nuevo concepto de naturaleza, enfocado a la modificación de la misma con el fin de transformar el territorio e incrementar la riqueza".

También, en torno a la década de los 80, se acometen ambiciosos proyectos de "saneamiento" de lagunas y ríos con un doble objetivo: evitar las inundaciones y explotar los "terrenos incultos". En este contexto, en las últimas décadas del siglo, se desecan lagunas como las de Villacañas o Turleque y se realizan obras como la Fábrica de Pólvora de Ruidera o el Canal del Gran Prior para evitar las frecuentes inundaciones en Argamasilla de Alba y crear una fértil vega con las "aguas sobrantes" de las Lagunas de Ruidera.

Pero años atrás, en Las Tablas de Daimiel, conocemos un plan de desecación. Se prepara tras las inundaciones de 1751 que afectarán a la Dehesa de Zacatena y a Villarrubia de los Ojos. En los informes que se realizan se culpa de las inundaciones al molino del Navarro que “hace detener al agua y correr hasta encontrar con Gigüela, el que, por no tener el preciso curso, a la entrada en Guadiana se dilata por el término de Villarrubia, produciendo a este pueblo gravísimos daños en la inundación de territorios, como también a sus vecinos en la salud por los vapores de agua detenida”[1]

Como una premonición de lo que pasará en el S.XX dos son las actuaciones que se realizan: obras en los molinos harineros e intervención en el lecho del río. Por lo que respecta a los molinos, que represaban el agua y favorecían la formación de tablas fluviales, se hunde la presa del molino del Navarro y se construye un puente que deje correr el agua por sus arcos. Además se interviene en el resto de molinos rebajando sus presas. Por otro lado, se actúa sobre las madres de los ríos Guadiana y Gigüela: “se habrían puesto en estado de fructificarse y aprovecharse sus pastos, por virtud de la obra que de orden de Su Majestad se habían ejecutado desde el año de 1751 encauzando y limpiando dichos ríos (...) para la más libre corriente de las aguas, en lo que se habían gastado crecidas sumas”[2]:

Por tanto, el objetivo de estas actuaciones no es otro que canalizar el río para que corra con  rapidez y, al mismo tiempo, desecar zonas inundadas, los conocidos como “desaguados de Zacatena” que incrementarán la superficie de pasto y el valor de la Dehesa.

[1] Arroyo Ilera, Fernando. Introducción a Daimiel 1752. Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada. Tabapress. Madrid. 1993. Págs. 90-91.
[2] Archivo Histórico de Protocolos Comunidad de Madrid. Tomo 25761. Folio 690.

miércoles, 16 de febrero de 2011

El proyecto reformista ilustrado.

El siglo XVIII comienza con un cambio de dinastía en la monarquía española. La falta de heredero tras la muerte de Carlos II, pone fin a los Austrias y la corona cae en manos de la familia francesa de los Borbón. Comienza una nueva etapa.


Cuando el nuevo rey Felipe V llega a España, se encuentra con un país que comienza a crecer tras el agotamiento que supuso el esfuerzo económico por mantener un imperio mundial que se desmoronaba. El siglo XVIII confirmará que España se había convertido en una potencia de segundo orden, a pesar de los intentos de los Borbón españoles. Pero, aún quedaba el vasto territorio americano. La pérdida de influencia en el continente europeo hará girar la política hacia la protección de los intereses en América frente a la potencia naval inglesa que aspiraba a convertirse en la dueña y señora de los mares del mundo.


Fue un siglo de crecimiento, en el que el número de españoles se incrementó y aumentó la producción. La lucha por prosperar pondrá en jaque las viejas estructuras del Antiguo Régimen, donde la aristocracia vivía en sus casas de la ciudad la mayor parte del tiempo pero obtenía sus ingresos del campo. La España rural se dividía entre señores y campesinos. La alta nobleza y el clero monopolizaban la propiedad de las tierras y estaban exentos de impuestos. Una aristocracia rentista frente a un campesinado compuesto por jornaleros sin ninguna protección por parte del Estado y por pequeños campesinos dedicados a pagar arriendos, servicios y deudas. La desigualdad frenaba la economía y el ascenso social. Madrid no solo absorvía productos agrícolas sino también sus beneficios, rentas e impuestos sin dar nada a cambio en forma de inversión. Había que hacer reformas.


Los Borbón y sus ministros estaban decididos a reformar el país. La coyuntura económica era favorable y desde el reinado de Felipe V se pusieron los cimientos para un nuevo Estado español, para un Estado-nación moderno. La monarquía avanzará hacia el absolutismo y el centralismo para fortalecer su poder, adoptando una actitud más firme con la aristocracia y controlando a la Iglesia católica. Hubo una oportunidad de disminuir la desigualdad e incrementar la producción. En esta línea trabajaron una serie de ministros reformistas ilustrados con proyectos radicales de transformación que se encontraron con intereses muy poderosos lo que obligó a la Corona a echar marcha atrás.


Por otro lado, el intento reformista de sacar adelante la nave de la monarquía se centró siempre en la esperanza de lo cuantitativo más que en la atención a lo cualitativo. Casi siempre lo más importante fue obtener rápidamente suficientes recursos para que la maquinaria del Estado siguiera funcionando y para que pudiera hacerse frente a los dictados de la política exterior, con la salvaguarda de las colonias americanas en primer lugar.

En este contexto histórico situamos dos grandes hechos que cambiaron la historia de Las Tablas de Daimiel en el siglo XVIII: las obras de encauzamiento y desague de sus ríos en 1751 y la privatización de la Dehesa de Zacatena en 1763.

viernes, 11 de febrero de 2011

Antecedentes.

Tras la victoria cristiana en Las Navas de Tolosa (1212), el destino de Las Tablas de Daimiel quedará unido a la Dehesa de Zacatena, pero también a la historia de la Mesta y a la política de la monarquía castellana.


Es en la Edad Media cuando Zacatena se convierte en una dehesa, acotada, protegida y cerrada para su mejor aprovechamiento. El propietario es la Mesa Maestral, rentas y propiedades asociadas al cargo del Maestre de la Orden de Calatrava que pronto se convertirá en el principal señor feudal de la zona. Ésta orden militar y religiosa será la principal responsable del proceso de conquista del Guadiana y de la posterior repoblación y administración del territorio.


Si en un primer momento el principal beneficio de la dehesa son los pastos para las yeguas del cercano Castillo de Calatrava la Vieja, desde la Baja Edad Media hasta la Edad Contemporánea serán miles de cabezas de ganado de oveja merina las que se aprovechen de las fértiles "yerbas" de Zacatena. Muchos rebaños llegan a la zona en invierno desde las sierras del norte en lo que se conoce como la trashumancia. Son largos viajes realizados por pastores y rebaños en busca de los mejores pastos. La Dehesa de la Serena, el valle de Alcudia y Zacatena serán algunos de los principales destinos de estas rutas. De regular la trashumancia se encargó la Mesta.


El negocio que supone la lana merina y su importancia para la economía castellana hacen necesarias instituciones como la Mesta, asociación de pastores serranos de ganado trashumante que pretenderá tener jurisdicción en todos los asuntos referentes a los rebaños de la "cabaña real". Los reyes apoyarán a la Mesta dotándola de privilegios que fortalecerán su poder.


Este apoyo permanece en la Edad Moderna, aunque cada vez surgen más problemas debido al incremento de la población que presiona sobre las tierras para roturarlas frente a la defensa de los ganaderos por asegurar los pastizales. Los Reyes Católicos establecerán medidas reguladoras como la disposición para arrendar en bloque las dehesas del Valle de Alcudia y La Serena y las de las mesas maestrales de Calatrava y Alcántara y luego repartirlas entre los hermanos de la Mesta, sin asignar a ninguno más terreno del que necesitase para su ganado, o el "privilegio de posesión" que limitaba la capacidad de los dueños de las dehesas de disponer libremente de ellas e impidiendo, por ejemplo, efectuar roturaciones  mientras hubiera un ganadero con posesión adquirida para sus rebaños interesado en aprovecharlas. El objetivo final era proteger el principal producto que equilibraba la balanza comercial castellana: la exportación de lana merina.


Por otro lado, las órdenes militares, grandes propietarias de las dehesas del sur, llegaron a tener tal poder que la Corona intentó que estuvieran bajo su control, proceso que culminó con los Reyes Católicos cuando obtuvieron la administración de los tres maestrazgos (Calatrava, Santiago y Alcántara) e iniciando una nueva etapa donde los bienes de la Orden de Calatrava y, sobre todo, los de su Mesa Maestral dependerán de la política realizada por los sucesivos reyes castellanos.


En conclusión, a comienzos de la Edad Moderna, Zacatena era un coto redondo y cerrado para aprovechamiento de los ganados de la Mesta, principalmente, y administrada directamente por la monarquía. En lo sucesivo, el deseo de los monarcas será, como  mandó Felipe II que cazó tres veces en la dehesa, que "se guardase muy bien".