Las Tablas

El agua, la vida, el hombre…

Si hay un lugar que refleja el difícil equilibrio entre el ser humano y su entorno ese es el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel.

¿A qué llamamos tablas de río? Son grandes charcas de agua de poca profundidad, de apariencia plana y serena donde el agua apenas se nota que corre. La escasa pendiente de la llanura manchega permitía el desbordamiento de los ríos formando tablas fluviales. Las de Daimiel eran las de mayor entidad por estar situadas en la confluencia del río Guadiana con su afluente Gigüela lo que permitía más diversidad de animales y plantas.

En 1973 son declaradas Parque Nacional y en 1982 son incluidas en lista Ramsar de Humedales de importancia internacional como hábitat de aves acuáticas.

Hoy, con una superficie cercana a las 2.000 hectáreas, luchan por sobrevivir en medio de la aridez de la estepa manchega y el productivismo de las sociedades contemporáneas.

La vida.

El agua es vital para las praderas sumergidas de algas que sirven de alimento a la especie más emblemática del Parque: los patos.

Con agua hay carpas para los cormoranes, gambusias para el martín pescador y cangrejos para la reina del humedal: la nutria.

Entre la vegetación emergida del agua, carrizo, masiega o enea, hacen sus nidos las garzas y se posan bigotudos o tordales.

En las orillas de las islas: el taray, árbol misterioso y evocador donde anida el pito real.

Y sobrevolando Las Tablas el aguilucho lagunero que busca entre el carrizo alguna presa que comer.

Con agua, Las Tablas de Daimiel es un excelente observatorio de aves durante todo el año.


El hombre.

La relación entre el hombre y Las Tablas de Daimiel ha sido intensa a lo largo de la historia debido a los abundantes recursos de agua, pastos, caza o pesca que ha dado el humedal. En Las Tablas aún existen testimonios de este pasado:

La Motilla de Las Cañas, fortificación prehistórica y primer testimonio de la presencia humana hace más de 4000 años.

Las trochas, pasillos entre la vegetación para que navegaran con sus barcos pescadores y cangrejeros.
Las casillas de arquitectura popular, la del sentido común por su integración con el entorno.

O los molinos harineros, ingenios hidráulicos que usaban el agua de manera racional.

El nombre de las islas, el paisaje, las leyendas, las piedras…todo son huellas que seguir para conocer la presencia del hombre.

El problema.

Las Tablas sobreviven a duras penas. Son un enfermo terminal que necesita continuas transfusiones de agua para mantenerse con vida.

La historia es larga. Empieza en los albores de la civilización moderna cuando el hombre comienza a transformar la naturaleza para mejorar su calidad de vida. Y termina con el agotamiento de unos recursos que no pueden crecer al ritmo de las sociedades productivistas.

El problema del agua, eterno en La Mancha, tiene su ejemplo más clarividente en Las Tablas de Daimiel. Un paseo por sus itinerarios es una lección sobre las consecuencias que se derivan de un uso abusivo de los recursos del planeta.

La situación actual es óptima gracias al periodo de precipitaciones iniciado en diciembre de 2009 (el invierno más húmedo en 60 años) con registros de lluvias notablemente superiores a la media de años precedentes. Parece como si la naturaleza nos diera una última oportunidad.